¿Se bebe buen vino en Burgos?

Vinos con Alma, la sección de Paco Berciano.

La relación de la ciudad de Burgos con el vino viene desde muy lejos, incluso hubo una época en la que en la propia ciudad había viñas…

La relación de la ciudad de Burgos con el vino viene desde muy lejos, incluso hubo una época en la que en la propia ciudad había viñas, como demuestra que, en el año 1254, el Monasterio de Las Huelgas cambiase diversas propiedades con tierras, viñas, casas y jardines por una viña situada justo al lado de Burgos. Según escribe Alain Huetz de Lemps sobre el siglo XIII, en la provincia de Burgos “el cultivo de la viña desbordaba ampliamente los límites actuales. La viña se cultivaba por todas las partes hasta más de los 1.000 metros de altitud, sin embargo, la mayor parte de las poblaciones no planta más que para su propio consumo”.
El consumo siempre fue destacado en Burgos, a pesar de que las cargas por impuestos penalizaban la entrada del vino a nuestra ciudad. Pero la iglesia, a través del cabildo catedralicio, protesta por esta situación y en 1481 obtiene “el derecho de importar libremente todo el vino tinto que ellos decidan, sin limitación de cantidad y sin imposición”.
La iglesia siempre tuvo con el vino una relación muy directa. Era tanta la pasión que los monjes tenían por el vino que, que según cuenta José Godoy Alcántara, en la religión benedictina era costumbre abstenerse un único día de vino al año, viernes santo, excepto en el monasterio de Santo Domingo de Silos, ya que un año, al verter el agua en los vasos se convirtió en vino, lo cual fue interpretado como voluntad divina de que tal día «no se privasen de aquel consuelo».
Andrea Navagero, patricio veneciano y embajador de su república ante Carlos I, en 1524 escribe que “en las tierras de Burgos crecen pocas viñas pero en la villa se venden los mejores vinos de España”.
No sólo se bebían buenos vinos sino que se bebía mucho. El consumo en Burgos, en el año 1587, era de 105.216 cántaras (1.683.456 litros) y la población en 1592 era de 13.325 habitantes, aunque eran numerosos los viajeros.
¿Sigue siendo la situación igual ahora? Burgos está rodeado de buenos viñedos. Tenemos los nuestros, los de la Ribera del Duero y los del Arlanza, a los que la burocracia ha quitado la palabra ribera. Están los de Rioja, tan cercanos que hay incluso una bodega, Viñedos del Ternero, que está en un enclave burgalés y sus vinos se llaman Miranda como forma de recordar su origen.
Durante muchos años fue Rioja quien ganó la batalla en las barras y en los restaurantes burgaleses. Era “nuestro” vino, incluso hay en la zona de Cordovín, en la Rioja Baja, un tipo de rosado, antes clarete, de escaso color llamado “tipo Burgos”.
La aparición estelar de la Ribera del Duero cambió algo esta situación. Hace ahora 20 años escribimos Maribé Revilla y yo una serie de artículos en Diario 16 Burgos, que de no haber muerto este año cumpliría los 20 años, sobre la Ribera del Duero y su relación con Burgos. Unos de ellos se titulaba “¿Y de beber?, Ribera tinto, por favor” y analizaba uno a uno los establecimientos que daban por copas vino tinto de la Ribera. Eran muy pocos, pero muy pocos.
La cosa fue cambiando poco a poco. Hubo una época en que los hosteleros se volcaron por introducir el vino en sus barras y la Ribera estuvo a punto de ganar la batalla, pero la subida de precios de la zona la convirtió en poco competitiva a nivel de barra. A igualdad de precios, Rioja ofrecía mejor calidad y marcas más conocidas y comerciales.
En los comedores Ribera del Duero ha ganado la batalla y personalmente creo que ahora se bebe más que Rioja, pero esta afirmación se basa en una impresión y no tengo datos para corroborarla.
Lo que si destaca la gente del mundo del vino que viene a vernos es que en Burgos hay varios sitios donde se puede beber vino de calidad, a veces de muy buena calidad, a copas y a precios bastante más baratos que en otros sitios.
Empezó el camino Casa Pancho, con sus pizarras llenas de ofertas de vinos, en muchas ocasiones de añadas ya agotadas en las bodegas. Le siguieron otros muchos, tantos que hoy es imposible nombrarlos a todos.
En los restaurantes sucedió lo mismo. Más de un sumiller madrileño o catalán muestra su sorpresa al ver las bodegas de los restaurantes. Vinos guardados en cavas climatizadas, situadas en el propio comedor donde el comensal puede ver las botellas perfectamente conservadas. También Casa Pancho fue pionero, pero hoy las hay de todo tipo y forma, sirviendo de separador del comedor como en La Vianda o aprovechando una esquina como en el 24 de La Paloma, Casa Avelino, Casa Ojeda o La Cantina del Tenorio. In Vino Veritas instaló un sistema de conservación para poder dar los vinos por copas. La Favorita te deja entrar en su bodega climatizada para escoger tú el vino. En asadores como La Galería o La Antigua las cavas te reciben al llegar al comedor.
Somos los burgaleses, y yo aunque he nacido en un pueblo del norte de León llevo tantos años aquí que me considero como tal, muy dados al pesimismo, a pensar que lo nuestro es lo peor. En muchas ocasiones, demasiadas, tenemos razón, pero en el tema de los vinos en los bares y restaurantes no. Los hosteleros en Burgos se han atrevido a ir por delante y debemos estar agradecidos.
No hay sólo vinos de la Ribera del Duero, de Rioja o de la incipiente ribera del Arlanza, hay vinos de otras zonas, incluidos vinos de las zonas más destacadas de otros países. En Blue Gallery se pueden tomar estos vinos por copas. Es una pequeña barra llena de pinchos originales y vinos diferentes que produce la envidia y, a veces, el sonrojo de los sumilleres a los que llevo a visitarla.
Probar vinos de otros lugares, de otros países, de otro estilo es una forma de educar el gusto, de aprender y disfrutar. Nos puede servir también para respetar más los vinos que en nuestra casa tenemos.

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