Una vuelta por BCN.
Diario de viaje de un siburita, por Juan Carlos Acosta.
En Barcelona hay muchas cosas que ver. La propia ciudad ha experimentado una radical transformación desde el revulsivo que supuso para la fisonomía y el propio espíritu de la capital de Cataluña…


En Barcelona hay muchas cosas que ver. La propia ciudad ha experimentado una radical transformación desde el revulsivo que supuso para la fisonomía y el propio espíritu de la capital de Cataluña la celebración de las olimpiadas del 92 que la abrió al mar, de espaldas al que había vivido secularmente.
En estas breves reflexiones no pretendo elaborar un catálogo completo de lugares de todo tipo que podamos visitar en la capital catalana. Me voy a limitar a hablar de algunos sitios relacionados con el buen vivir como, sin duda, es la finalidad de SIBURITA.
Imprescindible es pasar un rato, sin tasar el tiempo, por la Boquería. Un mercado modernista con una estructura metálica espectacular que nos recuerda las monumentales estaciones de ferrocarril de principios del siglo pasado. La cercana estación de Francia, sería un buen ejemplo de lo que digo.
Pero lo verdaderamente digno de admirar son los puestos (las “paradas”, dicen por allí) de frutas, a la misma entrada del mercado, con la mercancía dispuesta milimétrica y artísticamente.
Y los puestos de pescado, con los productos más frescos y selectos del Mediterráneo y de los otros mares, y la caza, aves, carnicerías…
Cerca de la salida tendremos que detenernos en el establecimiento del “Petrás” un personaje pintoresco, simpático y verdadero experto en setas y trufas, conocido por todos los aficionados a este singular mundo de los hongos. Su tienda es un espectáculo y, además, allí podréis encontrar las primeras y las últimas setas y trufas de la temporada. Por si se nos ha hecho tarde, podremos comer, y muy bien, en el mismo mercado, en el Pinocho, cerquita del lugar por donde hemos entrado, con una estupenda barra donde nos servirán diligentemente productos obtenidos en el propio mercado. Su dueño, al que llaman así, os parecerá un amigo de toda la vida al cabo de cinco minutos de conocerle. “Qim” es otro lugar en la Boquería con una cocina de gran altura.
Mi amigo Oscar Nebreda (el “OSCAR”), gran conocedor de esta ciudad donde vive, además de ser el dibujante “padre” del Profesor Cojonciano, me clasifica los sitios donde ir a comer en tres categorías: Los “DE TODA LA VIDA”,el segundo “LA COCINA ES LO PRIMERO” y, finalmente los “DE VER Y SER VISTOS”.
La primera es la de los restaurantes donde siempre han hecho una cocina apegada a la tierra, de platos típicos con excelente calidad de la materia prima y clásica con una cuidada elaboración. En este grupo yo les recomiendo Vía Veneto, en la calle Ganduxer, un sitio emblemático de Barcelona durante los últimos 50 años. Caro, pero que si se puede, hay que conocer. Para que les sirva de excusa, les diré que guardo en mi memoria un salmón de esa casa (cuando el salmón era salmón) con una suntuosa salsa holandesa cuyo recuerdo, hoy todavía, hace que se me salten las lágrimas.
Más asequible pero también recomendable, por historia, cocina y ambiente, el “7 Portes” muy concurrido, con una cocina marinera magnífica (la bullabesa era excelente), y que hace años, al pagar, obsequiaba a los niños con unos pequeños Cuentos de Calleja. Hoy lo siguen haciendo pero con otros cuentos. Por cierto, uno de sus primeros propietarios (finales del S. XIX) apellidado Parellada, ha dado nombre a una manera de presentar el arroz a la marinera con pescados, crustáceos y mariscos completamente libres de pieles, cáscaras y espinas.
No puede faltar una visita al Casimiro, El Caballito Blanco y otros así, para comer caracoles, “conill amb all-i-oli”, callos con garbanzos o “peus de porc”. O el Ponsa, bueno y barato (20 Ä), donde os servirán unos buenísimos canelones y unos antológicos calamares a la romana.
Tampoco deberíamos olvidar al restaurante Casa Costa, “Cal Pinxo”, que ya no está en la orilla de la playa pero todavía en la Barceloneta, siempre lleno, pero con los platos de la cocina mediterránea del pescado (zarzuela, suquet, bullabesa, parrillada…) siempre de calidad y en su punto.
También en el Port Vell (Puerto Viejo, claro), hay que ir al Barceloneta y al “Suquet de l´Almirall”, para comprobar como es una buena cocina, sobre todo marinera, de muy buena factura. Y para empaparse de vistas al mar, al puerto, a la montaña de Motjuic y a la propia ciudad desde 80 metros de altura, La Torre de Altamar.
Y ya que por allí estamos, no hay que desaprovechar la ocasión para darse un garbeo por el Borne, y de paso hacer un recorrido por los lugares en donde transcurre buena parte de la acción de la novela “La Catedral del Mar” ,el barrio más de lo más de la ciudad de hoy mismo. No dejen de ir al “Pep de les Olles” que no admite reservas y en el que hay que esperar pacientemente en el bar de al lado a tener sitio, para terminar el día tomándose una copa de buen cava en la tasca “El Xampanyet”.
…y aprovechar las facilidades para volver, cuanto antes, a esta ciudad con tanto diseño, abierta, amable y acogedora, pues les quedan por recorrer, además de muchos otros lugares, los sitios en los que lo importante es la cocina y los que hay que visitar para ver y ser vistos.
Pero eso, otro día será.
Juan Carlos Acosta